Iniciativa de reforma fiscal

(Fuente: El Norte, junio 25, 2007)

Fernando Turner

Es solamente recaudatoria e inhibirá la competitividad y el empleo al aumentar la carga impositiva.

Se dice que el Gobierno requiere más ingresos, implicando que la carga fiscal es de las más bajas mundialmente, equivalente a 10 por ciento del PIB. Sin embargo, en 2006, los ingresos totales del Estado representaron el 24.4 por ciento del PIB, según Hacienda.

Del total, 3 por ciento fueron ingresos arriba de presupuesto (65 por ciento por mayor crecimiento económico y el resto por mayores precios petroleros). Del 21.4 por ciento presupuestado, 13.1 por ciento fueron ingresos no petroleros y 8.3 por ciento petroleros. Sin embargo, esta última cifra se maneja dolosamente, pues su mayor parte (6 por ciento) son impuestos sobre consumo de energía no asociados a los precios internacionales petroleros.

Este ingreso se ubica en la media tabla mundial y es proporcionalmente superior al de otros países, de mayor avance y crecimiento, como Estados Unidos. La pretendida pobreza del Gobierno está fundada exclusivamente en la voracidad de quienes viven del dinero de los demás.

¿Son los ingresos demasiado dependientes del petróleo? Menos de 10 por ciento del total son propiamente petroleros, pues cuando se dice que son una tercera parte, se incluye los impuestos que pagamos en las gasolineras, entre otros. Esto no es correcto, pues aunque importáramos petróleo, se cobrarían impuestos por su consumo.

Sin embargo, es diferente evitar la mencionada dependencia, cuando los ingresos totales son suficientes, como sucede, a cuando son insuficientes, como se declara. En el primer caso, lo conveniente es reducir impuestos a la energía compensando con gravámenes al consumo y/o a la renta. Con el impulso resultante a la competitividad y a la economía productiva, se lograría el equilibrio y se superarían las proyecciones base de Hacienda, que plantean un crecimiento económico de sólo 3.5 por ciento anual durante este sexenio. Con esta insuficiente meta, 5.25 millones de jóvenes acrecentarán el desempleo en este sexenio.

Aumentando impuestos no se alienta mayor crecimiento económico, a menos que en México la economía responda a reglas extrañas. Estudios indican que una mayor carga fiscal tiende a deprimir la actividad económica al inhibir el incentivo a ahorrar, invertir y emplear. Si el Estado recibe más ingreso, la sociedad tiene menos. Si el Estado consigue 300 mil millones de pesos más anualmente, éstos les faltarán a los ciudadanos. Adicionalmente, reduciendo el rendimiento de las inversiones, éstas serán más escasas, deprimiendo utilidades, nóminas y consumo futuro, contrayendo la base gravable esperada.

En una economía de mercado, la función del Estado es crear condiciones para que se logre el bienestar colectivo, mediante la actuación de los individuos buscando su bien particular. Si es eficiente y barato, el Estado permite el despliegue de las capacidades individuales, generando un aumento de inversiones y empleos. Aun en una economía tan distorsionada como la nuestra, sólo así se reduce la pobreza. Si el régimen pretende atenuar la pobreza mediante transferencias, traiciona su credo liberal, sus prédicas de subsidiaridad y asegura su fracaso.

El Gobierno está escogiendo un pésimo camino. Sólo busca recaudar más cuando ingresa suficiente y se demanda gastar mejor. No simplifica, sino complica creando más impuestos, trámites y amenazas, desanimando el cumplimiento. Busca paliar la pobreza mediante subsidios, no alentando inversión y empleos. Intenta depender menos de ingresos petroleros pero sin eliminar sobreprecios que lastran competitividad y crecimiento.

Al Gobierno no le motiva aumentar base gravable real, ya que puede inventar gravámenes. Busca combatir evasión con escopeta, llevándose a justos y pecadores. Trata a los contribuyentes como enemigos y no como socios a los que hay que animar. Quiere evitar privilegios que él mismo ha otorgado a favoritos, pero sin eliminarlos para justificar sobregravar a miles de empresas pequeñas y medianas, que ni son monopólicas ni privilegiadas.

Se equivocan los tecnócratas. Piensan que cabildeando a cúpulas y políticos pasarán la ley y podrán gastar más. No toman en cuenta que desalentando al emprendedor, éste no invertirá. Que el cautivo redoblará sus esfuerzos de elusión si considera injusto el régimen. Que el informal reforzará su disfraz para evitar la red y que los extranjeros preferirán otro país con burócratas más sensatos, para hacer sus negocios.

Los tecnócratas están llevando al baile al Presidente Calderón y parece que nosotros también iremos.

El autor presidente de la Asociación Nacional de Empresarios Independientes, A.C.

ftd@katcon.com

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