Energía para el desarrollo

(Fuente: Revista Empresas Monterrey, mayo 2008) 

Fernando Turner

La discusión de la «Reforma Energética» se ha reducido a dogmatismo, propaganda y análisis interesados. El sector empresarial, vacío de ideas, no acierta a impulsar como objetivo de la reforma lograr energía barata, suficiente y segura para las actividades productivas y el consumidor nacional.

Energía para mover máquinas, no burocracias. Maquinas que eleven la productividad del trabajador, que aceleren el crecimiento y permitan al ciudadano buscar su prosperidad. México es rico en energía.

Desde 1983, la producción excede nuestras necesidades. Importamos gas y productos refinados, pero el balance es substancialmente favorable. Las reservas probadas, probables y potenciales (3P) según PEMEX, representan 30 años al nivel actual de producción. Las reservas conocidas de gas son sustanciales y producimos el 85% del consumo, mientras que China, India y Brasil, importan casi la
totalidad.

A pesar de que Cantarell se agota, algo previsto desde hace años, los pozos Mexicanos son de los más productivos del mundo. Si bien los costos de extracción futuros subirán, también lo harán los precios, por lo que parece exagerado generar alarma respecto al futuro. Las declaraciones gubernamentales sobre la falta de dinero declarando que se ha dilapidado en gasto corriente y sobre imposibilidad de conseguir tecnología reflejan incompetencia, desconocimiento y pasividad culpables.
Más reservas o producción no implica menores precios internos, pues el precio lo establece Hacienda buscando maximizar el ingreso gubernamental, no el bien común, utilizando como precio de referencia
el más caro del mundo, más fletes y cargos, como si se importara todo de ese mercado. Al precio base se le agregan cargos excesivos de los monopolios creados por el gobierno para distribuir la energía e impuestos diversos.

Paradójicamente, entre más caro vendamos al exterior, mayor será la carga a la economía productiva y al empleo pues el costo nacional subirá con el externo. Si se presentase una baja substancial de precios externos, el Estado, acostumbrado a gastar las rentas, buscará compensarse aumentando la energía y/o los impuestos.

El verdadero debate no es si PEMEX se asocia, acepta inversión privada, aumenta producción y reservas o es más productivo. Cualquiera de esas cosas, no beneficiarán al consumidor, pues igualmente tendremos energía cara y seremos menos competitivos que países importadores.

Una reforma relevante, ignorada, es cambiar la fórmula de precios ligándolos a los costos internos y a importaciones eficientes, obligando a PEMEX a traer la energía faltante de los mercados más convenientes asegurando precios competitivos internos a largo plazo, lo que ahorraría miles de millones de dólares al sector productivo y lo alentaría invertir.

Actualmente solo se debate como seguir despojando al ciudadano para proporcionar ingresos abundantes a la burocracia. Se pretende ceder derechos valiosos económica y políticamente para poder seguir derrochando la renta petrolera. Buscar el beneficio común implica que políticos y oligarcas se despojaran de sus dogmas e intereses y se pusieran del lado de la gente, del crecimiento y del empleo productivo, impidiendo privilegiar a la clase política, al Estado y a su monopolio. Implica que los fundamentalistas, dejen de distraerse con dogmas y fobias. Que el gobierno se interese en el bien común y no en la politiquería. Que los tecnócratas entiendan la realidad, no solo el dogma. Que los políticos pensaran en sus hijos y nietos no solo en ellos. Que los empresarios dejaran de ser comparsas del gobierno y que Calderón se impusiera a todos abriéndose a nuevas ideas y motivándose con la oportunidad de convertirse en un gran presidente.

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