Frente al mal gobierno: Perfiles de excelencia

La tarea más importante en la política es elegir bien a los líderes, porque de ellos depende el rumbo y el destino de la sociedad.

México navega en las aguas turbias de una paradoja.

Durante décadas, hemos celebrado un modelo donde cualquier persona puede aspirar a gobernar, un principio que resulta atractivo desde un punto de vista de igualdad democrática. Sin embargo, este avanzado concepto contiene en su corazón una falla estructural: el sistema no exige, a cambio, la más mínima garantía de capacidad para ocupar un puesto público.

Con ello, hemos cambiado el deber de estar preparado por el derecho a participar… mismo que se ha privatizado en partidos políticos, cuya tarea principal parece ser evitar que los ciudadanos participen de manera libre.

El resultado es una partidocracia perversa: Por un lado, los partidos políticos han levantado muros para excluir al talento ciudadano independiente, secuestrando la competencia. Por el otro, dentro de sus fortalezas, han perfeccionado un mecanismo de selección que premia no la competencia, sino la lealtad inquebrantable, frecuentemente a una red de intereses o, peor aún, a una serie de antivalores que impiden el orden y el progreso.

Ante este panorama, sería inocente esperar que la solución nazca del propio sistema. La ley es insuficiente y a los partidos, les resultan incómodas las voces críticas y autónomas. La verdadera disrupción, por tanto, debe surgir desde la sociedad civil. Es hora de que seamos los ciudadanos organizados quienes pongamos en práctica un nuevo método para aspirar al poder, con altos estándares en la selección de líderes.

No se trata de buscar un superhumano, sino de establecer un perfil de excelencia y organizarse para impulsarlo.

Proponemos los siguientes requisitos para evaluar a cualquier aspirante:

  1. Talento Comprobado: Experto y destacado en su campo profesional, sea técnico, académico o social.
  2. Independencia Radical: Apartidista y sin vínculos con los poderes fácticos que históricamente han condicionado las decisiones públicas.
  3. Compromiso Auténtico: Activista con arraigo en su comunidad, que conoce de primera mano las problemáticas que dice resolver.
  4. Comunicación Clara: Articulado y con capacidad comprobada para dialogar con la ciudadanía, no solo para leer guiones.
  5. Integridad Innegable: Reputación personal y profesional intachable, como base de la confianza pública.
  6. Rendición de Cuentas: Disposición explícita a responder ante la comunidad, no ante cúpulas partidistas.
  7. Civilidad: Buenos modales y respeto en el debate, como antídoto a la polarización grotesca.

La experiencia política no es un requisito; de hecho, puede ser una desventaja. Buscamos una contraélite ciudadana que sustituya a la vieja clase política.

En conclusión, el dilema no se resolverá en las alturas, sino en la base. Nuestra prioridad debe ser desplazar la «lealtad» como moneda de cambio y entronizar la «capacidad» como máximo criterio.

La tarea es monumental, pero ineludible: debemos ser los arquitectos de una nueva clase gobernante, una que nos represente por su preparación, capacidad y valores, y no por su sumisión.

El paso más importante para tener un liderazgo de calidad es liberar a la ciudadanía de las opciones definidas por la partidocracia, creando mecanismos tecnológicos para lograr el gran acuerdo ciudadano que se requiere.

Hagámoslo hoy. Tenemos literalmente en nuestras manos todas las herramientas necesarias para ello. Sólo falta dar el primer paso.

Roberto Gallardo

Regidor de Monterrey

Director General de la Asociación Nacional de Empresarios Independientes, A.C.

@RobertoGal1710

robertothink@gmail.com