El TPP: cuando ganar es perder menos

Si el TPP es ratificado por todas sus partes, México entrará a un nuevo escenario de comercio y posicionamiento geopolítico que debe aprovechar para dejar de ser un “colado” y convertirse en “el alma de la fiesta”.

Fuente: forbes.com.mx

Por Luis Serra

Los detalles del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés) se han mantenido en secrecía por un selecto grupo de líderes y expertos de los 12 países firmantes. En virtud de ello, se han erigido dos posiciones respecto a las consecuencias que puede producir para México:

La perspectiva oficial es que la inclusión de nuestro país en el TPP representa una oportunidad para potenciar los beneficios del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y expandir los horizontes comerciales de México hacia un grupo de países que, en su conjunto, representa el 40% del Producto Interno Bruto y un tercio del flujo comercial mundial.

Posturas de expertos reconocidos a nivel internacional, como Paul Krugman y Joseph Stiglitz, advierten que el TPP puede resultar perjudicial, particularmente para las economías menos desarrolladas, ya que el espíritu del acuerdo no está orientado hacia el libre comercio, sino a la protección de la propiedad intelectual de monopolios y el fortalecimiento de las corporaciones en la solución de controversias.

Ante este vacío de información, vale la pena reflexionar si México tenía opción de “quedarse fuera de la fiesta” o, dicho de otro modo, si era mejor firmar el acuerdo de participación, aunque esto pudiera representar pérdidas, a no firmar y perder aún más.

El primer aspecto que hay que destacar es que a 21 años de la firma del TLCAN, las opiniones sobre el mismo siguen polarizadas. Sus promotores argumentan que ha dinamizado el crecimiento de ciertas industrias con efectos positivos sobre otras (por ejemplo, la industria automotriz), y que ha incrementado la calidad y variedad de los bienes y servicios del país. Sus detractores, sin embargo, señalan que el TLCAN no ha facilitado el despegue de la economía mexicana ni ha roto con el pobre desempeño de la productividad. A pesar de ello, ambas partes coinciden en que modificar el TLCAN es políticamente inviable, y eso, según Luis Rubio en su libro Veinte años de TLC, se constituye como la ventana de oportunidad para que el TPP actualice un acuerdo comercial que ya no corresponde a una realidad global.

Como en cualquier acuerdo comercial, hay ganadores y perdedores. En México hay opiniones de ciertos grupos que explican que el TPP puede representar pérdidas para industrias campeonas del TLCAN, como la automotriz. El argumento estriba en que las reglas de origen más laxas en autopartes, cabildeadas por Japón, reducirían la participación del sector mexicano en Estados Unidos y Canadá. Esto mismo puede aplicarse para los casos de productos lácteos de Nueva Zelanda, el sector textil con Vietnam y el azúcar de Australia. En teoría, los acuerdos comerciales como el TPP generan beneficios para sus participantes de acuerdo con sus ventajas comparativas. En la práctica, sumarse a estos arreglos comerciales fortalece iniciativas de libre mercado de los gobiernos firmantes al reducir la presión de grupos de interés afectados por condiciones de mayor competencia.

Es ahí donde se llega al callejón sin salida de los detractores del TPP. Si la firma del TPP traerá perjuicios a distintos sectores de la economía mexicana, porque no están en condiciones de competir con sus contrapartes de otros países, no se debe ratificar el acuerdo. ¿No sería al revés? Si dejamos pasar de largo un acuerdo con otras 11 economías que engloba a poco más de 800 millones de consumidores y ganancias netas estimadas en 295 billones de dólares anuales, entonces se generarán perjuicios para la economía mexicana, especialmente cuando tres de tus principales socios comerciales (Estados Unidos, Canadá y Japón) están a bordo en el acuerdo. Por otra parte, la dinámica comercial mundial ha cambiado desde la firma del TLCAN. Pasamos de un modelo en que los productos se manufacturaban en un solo país y se exportaban hacia otros, a un modelo en que las cadenas de valor a nivel internacional están más integradas. Así, el TPP trae aparejado el desafío de establecer condiciones para el fortalecimiento de las cadenas productivas del país.

Más allá que se sepa que el TPP es una estrategia comercial geopolítica de Estados Unidos para aminorar la creciente participación de China en la economía mundial, la falta de información sobre los detalles del TPP dan pie a especulaciones sobre las posibles consecuencias que el acuerdo pueda acarrear sobre la economía mexicana. En ese sentido, los ganadores verán el “vaso medio lleno” y los perdedores lo verán “medio vacío”. Lo cierto es que, aun sin conocer los detalles, si el TPP es ratificado por todas sus partes –y sobre todo por Estados Unidos, México entrará a un nuevo escenario de comercio y posicionamiento geopolítico que debe aprovechar.

Verónica Baz, directora general de CIDAC, define esta oportunidad del gobierno mexicano como una en la que tiene que dejar de ser reactivo y convertirse en proactivo. Esto, en el contexto de la firma y futura ratificación del TPP equivale a establecer políticas públicas que permitan al país –como bien lo apunta el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico AC– dejar ya de ser un país maquilador y convertirse en un país transformador. Sólo así podrá nuestro país dejar de ser un “colado” y convertirse en “el alma de la fiesta”.

TAGS >