El país por construir

Fuente: El Universal

Por: Dr. José Luis de la Cruz

En los siguientes años México deberá reconstruir lo que en el pasado no funcionó, se deberá hacer un corte de caja para de manera transparente plantear el rumbo a tomar para que el país logré superar las restricciones que han inhibido su desarrollo.

Existen coincidencias fundamentales, uno de los desafíos para nuestra nación es generar una nueva etapa de crecimiento económico, el cual se dé en un entorno de mayor equidad y justicia social.

Sin lugar a dudas que ello implica crear empleos de mayor calidad, así como consolidar una base productiva que permita potenciar la creación de empresas. La inversión es fundamental, sin ese recurso no se puede pensar en nuevas fuentes de empleo.

El gasto público de calidad es otro de los elementos a considerar. El reconocimiento y compromiso por luchar contra la pobreza es un buen paso. Asignar recursos suficientes para ello y hacer una evaluación objetiva e integral de sus resultados es un pendiente a cubrir.

No se puede hacer a un lado que la mayor parte de la pobreza se propicia por la falta de un empleo que proporcione ingresos económicos suficientes, así como prestaciones sociales adecuadas.

Sobre ello el gasto social puede contribuir a dar educación, salud, seguridad pública y social que eleve aún más la calidad de vida de los mexicanos.

La atención de los grupos vulnerables merece un trato especial, la alta marginación va desde la carencia alimentaria hasta la de vivienda, salud y educación, por citar algunas de las más relevantes.

En México no debe existir hambre, eso es un hecho contundente, el cual atenta contra los derechos humanos fundamentales y contra la estabilidad del país. Pero aun en ese caso la solución radica en el empleo, el que da un salario e ingreso por la vía productiva.

Reconocer los hechos lleva a generar concesos, particularmente de todos aquellos interesados en el futuro de México. En un país con desigualdad económica y social no se tiene tiempo para desacuerdos. Las reformas y cambios pendientes requieren de la construcción de un proyecto de nación que integre los esfuerzos, capacidades y recursos de una manera eficiente y productiva.

La inversión pública y privada es esencial, encauzada a objetivos integrales, y en donde la rectoría del Estado se complemente con la visión de negocios.

La participación ciudadana es otro elemento, es el sensor de los cambios a realizar. Las necesidades y requerimientos genuinos de los mexicanos deben trascender a los niveles más altos de la toma de decisiones.

En todo ese proceso la negociación es fundamental. El país necesita integrar esfuerzos para poder transitar a esa nueva etapa de desarrollo económico y social que se requiere.

Para fomentar el crecimiento económico se necesita mayor productividad y competitividad, propiciar valor agregado. Impulsar el desarrollo industrial es una estrategia que puede contribuir a ello. Los sectores de la construcción, las manufacturas, y generación de electricidad, gas y agua son pilares de la transformación en cualquier país. En el caso de México también son estratégicos para aumentar la capacidad productiva de las empresas que dirigen sus productos tanto al mercado externo como al interno. Sin eso los tratados comerciales internacionales pierden vigor.

A lo largo de la historia económica del mundo la mayor parte de los países que hoy se denominan como desarrollados antes fueron llamados como industrializados, situación que revela la trascendencia de usar esta opción como mecanismo para el crecimiento.

La industrialización genera desarrollo tecnológico, nuevos productos y patentes. También requiere de personas más educadas y capacitadas, con ello incide en el fomento de la productividad.

La agenda por definir requiere que se tomen nuevas opciones, que integren a la sociedad en un proyecto de nación que incida en el bienestar de todos.

* Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico.

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