La Fórmula México: Una Estrategia Nacional para la Aceleración Tecnológica

De la dependencia a la autonomía: Un llamado a la acción colectiva –
Por Fernando Turner Dávila

México se encuentra en una encrucijada histórica de profundas implicaciones para nuestro futuro. Por un lado, contamos con los cimientos de una nación con potencial de grandeza: una base industrial diversa, un talento humano excepcional y un mercado interno vibrante. Por el otro, enfrentamos desafíos estructurales que nos han mantenido en una posición de desventaja en el escenario global: una dependencia tecnológica crónica, una fuga de cerebros que drena nuestra capacidad intelectual y una productividad que no logra despegar. La pregunta crítica para nuestra ciudadanía ya no es si podemos transformar esta realidad, sino cuándo tomaremos la decisión colectiva de hacerlo. Desde la Asociación Nacional de Empresarios Independientes, A.C. (ANEI), estamos convencidos de que el momento de actuar es ahora.

Es por ello que presentamos “La Fórmula México”, una estrategia nacional integral y ambiciosa, diseñada con una visión clara: transitar de ser consumidores pasivos de tecnología a convertirse en creadores activos y líderes en la economía digital del siglo XXI. Esta iniciativa no es un simple catálogo de buenas intenciones; es un plan de acción concreto, estructurado en cuatro pilares estratégicos que se refuerzan mutuamente para construir un ecosistema tecnológico robusto, autosostenible y orientado a la generación de valor.

El primer pilar propone la transformación del Estado en un Comprador Inteligente. El gobierno, en sus tres niveles, debe evolucionar de ser un mero adquiriente de productos terminados a convertirse en el cliente principal y el impulsor estratégico de la innovación nacional. Esto se logrará mediante mecanismos como la contratación pública precomercial, que financia el desarrollo de soluciones antes de su lanzamiento al mercado, y el establecimiento de estándares técnicos obligatorios que favorezcan la producción local. Un caso concreto y de alto impacto sería el del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), que, al adjudicar un contrato multianual para una solución de telemedicina a una startup mexicana, no solo mejoraría sus servicios, sino que garantizaría la escala necesaria para que esa empresa invierta en Investigación y Desarrollo (I+D) y compita internacionalmente.

El segundo pilar se enfoca en crear un Mercado de Capital de Riesgo sólido y paciente. Las mejores ideas mueren en el papel sin acceso a financiamiento. Para ello, proponemos la creación de un Fondo Nacional de Fondos que movilice recursos de las AFOREs y la banca de desarrollo, estableciendo incentivos fiscales generosos —como una deducibilidad del 200% para inversionistas ángeles— y esquemas de coinversión pública 1:1 que reduzcan el riesgo para el capital privado. Es crucial entender que la innovación tecnológica requiere de «capital paciente», con horizontes de inversión de 7 a 10 años, para permitir que las tecnologías de largo desarrollo maduren.

El tercer pilar, quizás el más fundamental para el largo plazo, es una Reforma Educativa y del Conocimiento de fondo. Nuestras universidades y centros de investigación deben transformarse de centros de formación académica a motores de innovación económica. Esto implica un currículo renovado donde la programación, la ciencia de datos y la inteligencia artificial sean materias fundamentales; fomentar el «aprender haciendo» con proyectos industriales reales desde el primer semestre; y promover las spin-offs universitarias, permitiendo a los investigadores retener el 80% de la propiedad de las patentes. La reinvención del CONACYT es clave, evaluando a los investigadores por patentes registradas y startups fundadas, no solo por publicaciones académicas.

Finalmente, el cuarto pilar consiste en la construcción de un Ecosistema Habilitador. La innovación no florece en el vacío. Requiere de hacer ajustes clave para el correcto ensamble de las políticas fiscal, comercial, monetaria y cambiaria, y fundamentalmente, desarrollar una infraestructura digital de clase mundial —como conectividad 5G y de fibra óptica nacional—, una regulación inteligente que permita la experimentación a través de sandboxes regulatorios, y un apoyo decidido a las PyMEs, la columna vertebral de nuestra economía, mediante vouchers tecnológicos y plataformas B2B que democratizan el acceso a herramientas digitales avanzadas.

Esta estrategia prioriza sectores de alto impacto donde México tiene ventajas competitivas claras, como la salud digital, la energía inteligente, la agricultura de precisión y el gobierno transparente. Con una hoja de ruta clara para el periodo 2025-2030, proyectamos una inversión total de $50,000 millones de pesos, que, distribuidos en seis años, representan una cifra modesta frente al retorno esperado: por cada peso invertido, generaremos $3 en crecimiento económico y crearemos 150,000 empleos de alta calidad, con salarios muy por encima de la media nacional.

Los beneficios trascienden lo económico. Hablamos de alcanzar una verdadera autonomía tecnológica en sectores críticos, de retener nuestro talento y de posicionar a México como un socio global relevante y un líder regional en innovación.

Desde la ANEI, hacemos un llamado urgente a todos los actores de la sociedad —gobierno, academia, industria y sociedad civil— a sumarse a esta visión transformadora. El costo de la inacción es una condena a la dependencia perpetua y a la pérdida irremediable de competitividad. México tiene el talento, la capacidad y la oportunidad. Trabajemos unidos para escribir el próximo capítulo de nuestra historia: el capítulo en el que México se convierte en un creador de tecnología.

Atentamente,

Fernando Turner Dávila
Presidente Fundador
Asociación Nacional de Empresarios Independientes, A.C. (ANEI)