Salario mínimo y el bienestar social

Roy Lavcevic

En economía se dice que los salarios están en función de la productividad de los trabajadores, y en consecuencia son un reflejo del valor que generan con su trabajo. Podríamos profundizar en las causas de la productividad, como la inversión por trabajador, pero en esta ocasión nos abocaremos a los salarios “per se”.

Si bien en un modelo de mercado el salario estará fijado por las fuerzas de la oferta y demanda, en el cual, en estricto sentido “teórico liberal” no se debe intervenir, en la práctica la gran mayoría de países de mercado tienen una política activa en el establecimiento de un salario mínimo que pretende incidir de manera positiva en la calidad de vida: recursos económicos mínimos para satisfacer las necesidades básicas de los individuos. Podrá haber un debate si estas políticas generan o no distorsiones en el mercado, y casos en donde pudiera generar un problema de productividad, pero lo cierto es que son políticas que abonan a un estado de bienestar social, o al menos lo intentan.

México no es la excepción en cuanto a contar con una política de salario mínimo, sin embargo su evolución de este es cuestionable.

En la actualidad el salario mínimo en México es de $123 pesos diarios, unos $3,747 pesos mensuales. De acuerdo al CONEVAL, una canasta mínima alimentario junto a otros artículos básicos no alimentaria está en el orden de $3,296 pesos mensuales por persona, lo que equivale a que una familia de cuatro integrantes requieran un ingreso mínimo de $13,184 pesos mensuales para estar al margen de la línea de pobreza. Si la familia cuenta con un solo ingreso mínimo, no alcanzará ni a una tercera parte de esa canasta, y si los dos cónyuges laboran, tampoco alcanzará.

Lo cierto es que en México en promedio el salario formal registrado en el IMSS es de $405 pesos diarios, tres veces el salario mínimo, aun así hay 20 mil trabajadores que cotizan un salario mínimo, un 0.1% de trabajadores formales, y muy probablemente otros tantos que no están dentro de un empleo “formal”, algunos estiman pudiera alcanzar al 7% de la fuerza laboral.

Hace unos días el gobierno federal anunció un incremento al salario mínimo de 15% para este 2021, un aumento por encima de la inflación, algo que ya se ha venido dando desde 2017, no es particular de esta administración, sin embargo no se debe perder de vista que desde el 2000 al 2016, el incremento real acumulado fue de solo 2%, un 0.1% anual, es decir nada. Si vemos que hace 40 años el poder adquisitivo de un salario mínimo  en el país era tres veces más que en la actualidad, podemos decir que este salario esta por los suelos. Quizás el deterioro de este salario de referencia en parte ha sido por un férreo control del precio del trabajo para tratar de compensar en los costos productivos el permanente incremento de los precios de oligopolios y de los servicios del gobierno.

México junto con Brasil son las mayores economías de Latinoamérica, y su PIB per cápita esta entre los más altos de dicha región,  sin embargo el salario mínimo de México está entre los más bajos, solo después de Venezuela, Cuba, Nicaragua o Haití, mientras que países como Chile, Costa Rica, Uruguay, Honduras, Ecuador, Guatemala, Paraguay, Bolivia, Perú, Panamá, en otros, tienen un salario mínimo de referencia muy por encima al de México. Tan solo Costa Rica tiene un salario mínimo 160% mayor al de México, o Bolivia un 66% superior.

Ante este incremento, algunos gremios y representantes empresariales, entre otros, han cuestionado la afectación al sector productivo y económico;  su incidencia en la productividad, la estructura de costos, la inflación etc., pero al menos en gran parte de dichos sectores empresariales se paga más que un salario mínimo, por lo cual no hay tal afectación. Por el contrario debemos plantear esto como un tema social. Cuestionar este incremento básico mínimo pudiera resultar algo mísero.

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