Salario mínimo de México, mezquino según cualquier parámetro

Fuente: Excelsior

Cifras de la CEPAL indican que México es el único país de la región donde el salario mínimo está por debajo de la línea de la pobreza, lo que incluye a países más pobres como Honduras.

 

México, DF. Basilio González es un servidor público mexicano inusualmente bien pagado. El salario total del hombre de 70 años de edad será de 2.8 millones de pesos (213,000 dólares) este año. Eso es irónico, considerando que durante 23 años ha sido el presidente de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos.

Durante ese periodo, el salario mínimo ha descendió 43 por ciento después de tomar en cuenta la inflación, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), parte de las Naciones Unidas.

Varía por región, pero actualmente promedia 66 pesos diarios. A ese nivel, un asalariado tendría que trabajar todos los días durante 116 años para ganar lo que González percibirá este año.

¿González merece su generoso botín? A juzgar por la longitud de su mandato, las autoridades mexicanas parecen pensar que sí.

Incluso antes de que asumiera el puesto, la supresión del salario había sido una parte esencial de la exitosa campaña antiinflacionaria de México. Desde 1991, la inflación anual ha caído de más de 22 por ciento a menos de 4 por ciento.

Son los más pobres de México quienes han soportado una parte desproporcionada de ese esfuerzo. El precio de la canasta de productos básicos comprados por los pobres ha subido mucho más rápidamente que la medición más amplia de la inflación en el mismo periodo.

Pobres por decreto

Según datos de la CEPAL, México es el único país en la región donde el salario mínimo está significativamente por debajo de la línea de pobreza. Eso incluye lugares mucho más pobres como Honduras.

Las grandes economías como Argentina, Brasil, Chile y Colombia elevaron sus salarios base de 2002 a 2011 a entre dos y tres veces el nivel de subsistencia. En esos países, la igualdad del ingreso mejoró significativamente como resultado, dice la CEPAL.

Según más mediciones globales, México es también un asombroso caso atípico.

De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, un club de países ricos que incluye a México, es el único miembro además de Turquía donde el salario mínimo cayó en términos de dólares entre 2000 y 2012. Sin embargo, el salario mínimo de Turquía fue de 2.80 dólares por hora en 2012, más de cuatro veces que el de México (60 centavos de dólar).

Quienes ganan el salario mínimo en México reciben 19 por ciento del salario promedio de su país. En Chile, es el 43 por ciento.

A menudo se argumenta en México que el salario mínimo difícilmente importa porque pocos lo ganan. Sin embargo, la CEPAL dice que el 14 por ciento de quienes reciben un ingreso perciben incluso menos (quizá debido a patrones tramposos), y casi 50 por ciento perciben de una a tres veces el salario mínimo.

Lo que es más, lo aumentos en el salario base sirven como guía para los aumentos salariales en la economía en general. Poco sorprende que muchos mexicanos vean poco beneficio de casi dos décadas de inflación más baja.

El debate apenas empieza

Apropiándose del tema antes de las elecciones intermedias del año próximo, políticos de oposición en la izquierda y la derecha han propuesto en las últimas semanas elevar el salario mínimo o someter a referendo un incremento.

Han encendido una mecha. Internamente, el tema ha opacado las transcendentales reformas energéticas del presidente Enrique Peña Nieto, las cuales promulgó el 11 de agosto.

Pero la respuesta oficial ha sido de oídos sordos. Agustín Carstens, el gobernador del banco central, dijo que las reformas para mejorar la productividad son una mejor manera de elevar los salarios.

El 12 de agosto, empresarios y sindicatos pro-gubernamentales, bajo la égida de la Secretaría del Trabajo, se reunieron para discutir el tema. Revivieron el espectro del pasado distante en que los aumentos al salario mínimo avivaron una inflación desenfrenada.

Hubo algunos planteamientos diferentes, como una propuesta para desligar al salario mínimo de una plétora de pagos y beneficios que están ligados a él, desde multas por la disposición inadecuada de desechos hasta pensiones y becas.

Ignoran la evidencia académica

Pero se discutió poco la evidencia académica que demuestra que los aumentos modestos al salario mínimo no necesariamente destruyen los empleos y podrían de hecho reducir la desigualdad, atraer a más personas a la fuerza laboral formal y fomentar la productividad.

“Nadie se ha detenido a pensarlo. Es sólo el pensamiento heredado de los años 80”, dijo Jonathan Heath, un economista del sector privado.

Quizá no es una sorpresa, considerando que el jefe de la comisión de los salarios mínimos es un remanente de una era pasada

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