Sacudimiento de élites

Fuente Reporte Índigo

Por Ramón Alberto Garza

 

El camino de las reformas estructurales, el mega programa de obras de infraestructura y los reacomodos del quebrantamiento de algunos monopolios, obligan a colocar en escena nuevos jugadores.

 

Desde hace ya algunos años, entre los más renombrados politólogos se viene advirtiendo la urgencia de que en México se den reacomodos en los privilegios de las élites.

Cada vez son menos los que tienen demasiado, en excesos insultantes, y al mismo tiempo cada vez son más, muchos más, los que tienen menos, en un exceso de miseria lacerante.

El último gran reacomodo de las élites se dio hace 20 años, durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, cuando aparecieron los beneficiarios de las privatizaciones  bancarias y empresariales, de los sacudimientos sindicales.

Desde entonces son más o menos los integrantes del mismo clan de intereses los que empleando su poder político, económico y mediático, buscan preservar sus privilegios no solo intactos, sino crecientes.

Por coyuntura, por circunstancia, o por voluntad propia, al presidente Peña Nieto le corresponderá el sacudimiento de algunas –o muchas– de esas élites.

El camino de las reformas estructurales, el mega programa de obras de infraestructura y los reacomodos del quebrantamiento de algunos monopolios, obligan a colocar  en escena nuevos jugadores.

Por eso el inquilino de Los Pinos tiene que ser en extremo cuidadoso. Para que en el sacudimiento de algunas de las viejas élites y el nacimiento o el ascenso de otras nuevas, no se vaya a producir un destemplamiento político.

Para que en la lectura de los que salen, de los que se acotan o de los que debutan, no se asome la intención de consolidar un nuevo clan político/empresarial dominante, al estilo del que creó Salinas entre 1988 y 1994.

Por eso no hay que menospreciar los casos de corporaciones como Oceanografía, Oro Negro, DHL, Seadrill, las del nuevo aeropuerto o los megatrenes, entre muchos que comienzan a despuntar como nuevos privilegiados de esta nueva era.

En su momento Salinas creyó que la conformación de sus élites pasaría inadvertida. Y quizás en su momento eso fue cierto para las mayorías, pero no para las minorías desplazadas de intereses ancestrales.

Por eso Salinas debió enfrentar el asesinato del Cardenal Posadas Ocampo, y el magnicidio de Luis Donaldo Colosio, incluido el crimen de su excuñado José Francisco Ruiz Massieu. Por eso en el ocaso de su sexenio le aparecieron al EZLN. Para marcarle un alto.

El presidente Enrique Peña Nieto debe voltear para aprender de ese pasado. Para entender que por más inteligente que sus cercanos le quieran hacer creer, la presidencia es finita y el poder casi absoluto tiene fecha de caducidad.

No vaya a ser que los destellos de Tlatlaya o los de Iguala comiencen a ser los primeros “asomos” de aquellos a quienes no les está gustando el nuevo reparto de privilegios.

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