El plan necesario

(Fuente: El Norte, julio 3 2009)

Fernando Turner

La estrepitosa caída económica -8 por ciento del PIB; un millón de empleos perdidos; tercer peor desempeño mundial- es evidencia inobjetable de la ineficacia del modelo tecnocrático y de la insuficiencia de las acciones para paliar "la crisis dentro de la crisis".

En artículos anteriores hemos criticado este modelo y algunos lectores han pedido propuestas que ahora presentamos. Este conjunto de políticas económicas, al alcance del Ejecutivo y sin necesidad de cambios legislativos mayores, permitiría acelerar de inmediato y permanentemente inversión, producción y empleo: 

1. Hacer converger precios de monopolios públicos y oligopolios privados con los prevalecientes en las naciones exitosas que están creciendo y empleando. Dejar la pantomima y actuar con toda la fuerza económica y política del Estado, incluyendo prohibición al sector público de comprar arriba de estos precios y exhibir como delincuentes a los que detentan impunemente poder excesivo de mercado. Prohibir el uso de los monopolios públicos como recaudadores fiscales.

2. Adelgazar el gasto público a 20 por ciento del PIB, contra 26 por ciento actual, etiquetando una quinta parte para inversión pública, rediseñando la organización del Estado y replanteando gasto y prioridades. No aumentar impuestos ni tarifas, pues abatirían cualquier recuperación, sino al contrario, hacerlos fáciles de cumplir y competitivos internacionalmente. Eliminar subsidios a oligopolistas y consentidos.

Aguantar un déficit fiscal moderado (3 a 5 por ciento del PIB) mientras se logra mayor recaudación con el crecimiento esperado.

3. Evitar usar la paridad para reducir la inflación y restringir las tasas de interés de CETES a máximo 2 por ciento arriba de las aplicables en Estados Unidos. Dejar de intervenir en el mercado cambiario, para que la paridad tome el nivel según el comercio de bienes no petroleros.

Con una paridad competitiva, se eliminarían los subsidios a importaciones y castigos a las exportaciones, para buscar un superávit comercial en productos no petroleros, contra el actual déficit de 5 por ciento del PIB, lo que aumentaría en aproximadamente 1.5 millones los puestos de trabajo.

4. Bajar los costos bancarios, creando competencia al oligopolio, mediante una Aseguradora Nacional de Crédito, con un capital de 500 millones de dólares para garantizar créditos de bancos a Pymes que aprueben estudios independientes de crédito, hasta por 10 veces ese valor.

Restablecer leyes contra la usura para eliminar el esquilmo generalizado a pequeños consumidores.

5. Triplicar los actuales 2 mil 500 millones anuales para apoyar investigación y desarrollo por el Conacyt; eliminar los 103 programas en la Secretaría de Economía que dizque apoyan a Pymes y otorgarles efectivamente 30 por ciento de los pedidos del Gobierno.

6. Responsabilizar a Hacienda por reembolso de gastos extraordinarios causados por terrorismo fiscal a pequeñas empresas. Eliminar exenciones y auditar permanentemente a oligopolios y otros consentidos.

7. Reducir los ingresos de legisladores y servidores públicos al nivel del 2000; eliminar su exención fiscal e indexarlos al ingreso promedio de los mexicanos.

Estableciendo estas políticas y asegurando su aplicación a largo plazo, se lograría muy pronto un jalón económico que nos sorprendería gratamente y nos mostraría el México ganador que ansiamos.

No aplicarlas implica seguir perdiendo el tiempo buscando, más que reformas, excusas para el fracaso.

El País está estancado por malas políticas, no porque los mexicanos seamos estructuralmente estúpidos. La soberbia, el dogmatismo y la irresponsabilidad de quienes dirigen la economía -ver las recientes declaraciones de Carstens- han llegado a límites insufribles y no debemos tolerar más este crimen social.

Todos tenemos la obligación de denunciarlo y luchar por un cambio.

 

El autor es presidente de la Asociación Nacional de Empresarios Independientes, A.C., ftd@katcon.com

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