EL GRAN VALOR DE LA ENCÍCLICA LAUDATO SI’

La Encíclica pone muchas cosas en su lugar, en amplio contraste con lo que dicen los actuales líderes nacionales, desocupados como están de lo fundamental

Fuente: eluniversal.com.mx

Rogelio Ramírez de la O*

La Encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco es un testimonio intelectual, espiritual y humano de amplitud, profundidad y precisión como no conozco de ningún otro líder en el mundo ni hoy ni muchos años atrás.
Por su cobertura universal no podría limitarse al tema con el que inicia, la degradación de la ecología y sus consecuencias. Así, abarca lo que los estudios ecológicos han evadido: las causas en la raíz humana, en la actitud del individuo, en el abuso con el que aplica la tecnología, en la globalización del paradigma tecnocrático y en el antropocentrismo moderno.

Para el poco espacio en esta colaboración sólo puedo cubrir unos cuantos temas de su contenido.
La Tierra hoy reclama al ser humano su explotación inconsiderada y el daño que le provocamos. Este punto de inicio permite al Papa proponer “un diálogo” con todas las personas de todas las creencias y religiones, pues el tema rebasa toda frontera.

Sobre la degradación ecológica y la destrucción del clima y las especies el diagnóstico es certero y basado en evidencia científica. Más lo importante es su causa: el comportamiento del hombre como si fuera el dueño de la tierra, cuando no es más que un forastero y huésped.
Se abordan los razonamientos erróneos en los que el hombre apoya su acción a la luz de sus resultados y con una interpretación humanística que rebasa lo técnico y que no es ideológica, lo que augura que el mensaje llegará muy lejos.

Es inevitable concluir que la degradación descrita es ya imparable, aunque la Encíclica contiene valiosos pasajes de esperanza en la humanidad. Lo relevante es que la crisis ecológica viene acompañada de una degradación social. De ésta surge la aplicación indiscriminada de tecnologías y la globalización del paradigma tecnocrático, el cual incluye el económico.

Así, aborda la pérdida de empleos, la fe ciega en los mercados y la forma como el paradigma intenta homogeneizar al mundo y reducirlo a una sola dimensión. Asimismo, el mito tan frecuentemente escuchado de que el consumidor es libre porque tiene “una supuesta libertad para consumir” y la tendencia a privatizar el agua. De ahí el aumento de la pobreza, la falta de empleo, las migraciones y la injusticia, pues “la realidad es siempre superior a la idea”.

Considera esencial dar empleo. Corrige la visión errónea de que las pequeñas parcelas agrícolas no deben ser prioritarias – por el contrario, pueden alimentar a muchos con poco territorio y agua. Recuerda a las autoridades que no sólo es su derecho sino su responsabilidad apoyar a los pequeños productores. Comenta sobre los cereales transgénicos, la concentración de tierras y los oligopolios.

También nos recuerda que la política no debe someterse a la economía, así como que las burbujas financieras suelen ser también burbujas productivas, como lo concluyeron los economistas clásicos. También, que las finanzas ahogan la economía real y que globalización debilita el patrimonio artístico, cultural, y artístico de los pueblos, el cual es un tesoro.

Finalmente todas las cosas están relacionadas entre sí, por lo que los errores en un lado van a repercutir en otros y se ampliarán sus efectos. El ambiente humano y el natural se degradan juntos, a veces en medio de un discurso verde.
La Encíclica pone muchas cosas en su lugar, en amplio contraste con lo que dicen los actuales líderes nacionales, desocupados como están de lo fundamental. Es reconfortante ver que el Papa propone “llamar a las cosas por su nombre”.

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