Débil mercado interno, el real problema estructural

Fuente: El Economista. 

Por José Luis de la Cruz.

Los profundos cambios estructurales experimentados en México durante las últimas tres décadas han tenido un efecto limitado sobre el crecimiento económico, la distribución equitativa del ingreso, la calidad del empleo, el poder adquisitivo de los salarios, y la lucha contra el flagelo que representa la pobreza. De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), hoy más de 60 millones de mexicanos se encuentran en una situación de marginación por el bajo ingreso económico que reciben. Muchos de ellos tienen empleo, sin embargo, no es suficiente para garantizarles una vida digna.

La pobreza constituye una de las razones fundamentales que explica la debilidad del mercado interno mexicano, un hecho que contrasta con la riqueza de su patrimonio y legado histórico. De igual forma, la pobreza en México es contraria con la abundancia de recursos naturales, así como con la capacidad y generosidad de su gente. En un país en donde existen copiosos recursos, la pobreza es el resultado de una gestión ineficaz de los mismos.

El modesto crecimiento económico alcanzado en las últimas tres décadas ha generado una deuda con la sociedad, particularmente con la más pobre. El rezago es consecuencia y causa de los desequilibrios sociales y productivos que el país tiene. El debilitamiento del consumo de las familias no solamente constituye un freno al desarrollo económico y social, también representa la falta de sensibilidad a la que una sociedad puede llegar, no solamente con respecto a las necesidades individuales; en realidad, señala la pérdida de comprensión sobre la afectación que ello tiene respecto de los requerimientos de las personas que nos rodean.

LA DEBILIDAD DEL MERCADO INTERNO, MONSTRUO DE CUATRO CABEZAS

Recientemente, se han publicado cifras preocupantes respecto de la evolución de las ventas que se realizan en tiendas minoristas. Como ejemplo se tiene lo que ocurrió en el comercio minorista con tiendas con más de un año de operación que reportó la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD): durante el primer trimestre del 2014 tuvieron un retroceso de 1.5% respecto del mismo periodo del 2013. ¿Por qué su relevancia? Básicamente, porque ello refleja una debilidad estructural en el consumo de productos esenciales para la vida diaria de los mexicanos.

Con fundamento en la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de Los Hogares 2012 (ENIGH) publicada por el INEGI, se puede afirmar que el patrón de consumo de los mexicanos se basa en lo más básico para cualquier ser humano: alimentos, bebida, vestido y transporte público. Para un grupo amplio de la población, la precariedad económica no da un margen demasiado grande para otra cosa. Aun los servicios de salud quedan excluidos de la mayor parte del gasto de los mexicanos.

Las cifras oficiales son contundentes, a nivel nacional, 52.5% del gasto de los hogares se destina a alimento, bebida, vestido, transporte público, energía eléctrica y combustibles. La situación es más crítica cuando se considera a 10% de la población (primer decil) de menores ingresos, la proporción del gasto destinado a los rubros antes mencionados sube a 71 por ciento.

El problema es que lo citado no es privativo de un solo segmento de la población. Si la revisión se amplía a los siguientes dos deciles (20% más de hogares de bajos ingresos) se puede observar que el gasto dedicado a los rubros citados es de 69 por ciento. De acuerdo con la ENIGH, 50% de los hogares en México realiza al menos 63% de su gasto total en los aspectos citados. Es importante destacar que aquí quedan fuera la educación, salud, esparcimiento, transporte privado, enseres domésticos y otros gastos esenciales para el bienestar de las familias. Esta es la razón del por qué más de la mitad de la población se encuentra en pobreza por ingresos y ejemplifica la trampa de pobreza en la que se encuentra casi la mitad de la población: si no tienen recursos para educarse y acceder a un buen sistema de salud: ¿Cómo podrán superar el problema de pobreza en el que actualmente viven?

A nivel agregado, lo descrito explica la debilidad del mercado interno y por qué las empresas avocadas a la producción y manufactura de bienes que no son de primera necesidad enfrentan problemas para sobrevivir: más de la mitad de la población no puede comprar sus productos. Como consecuencia se tiene a una nación divida por sus posibilidades de consumo, lo cual termina por verse reflejado en las empresas. Esto mismo se ve reflejado en la inflación, la cual tiene una estrecha relación con los bienes más básicos, lo que demanda la proporción más grande de una población de 118 millones de personas.

Por ello, cuando en la coyuntura se aprecia una baja en las ventas al por menor, lo que se tiene es el reflejo de que algo delicado ocurre en el país, que rebasa el corto plazo y que debe entenderse como uno de los mayores desequilibrios estructurales que México enfrenta.

LA DEBILIDAD DE LAS RELACIONES EMPRESARIALES

Un aspecto adicional que influye en la debilidad del mercado interno se encuentra vinculado con la heterogeneidad económica y productiva en la que se encuentran las empresas. La mayor parte del empleo lo generan negocios que son pequeños y medianos, pero con baja capacidad para crear riqueza y pagar buenas remuneraciones a sus trabajadores. Por otro lado, se tiene a grandes empresas, las cuales tienen mayores posibilidades para recibir financiamiento, realizar inversiones y generar innovación productiva. En consecuencia, pagan mejor.

No puede soslayarse que la existencia de las grandes empresas es fundamental para el crecimiento económico de cualquier país desarrollado, sin embargo, un punto adicional es que tienen una profunda relación con las pequeñas y medianas, éstas últimas son sus proveedoras.

LA NECESIDAD DE UN MERCADO INTERNO SÓLIDO

Plantearse cuál sería el México posible si la gente percibiera el salario suficiente para garantizar un mejor nivel de bienestar es un primer elemento a considerar. Preguntarse sobre qué nivel de vida tendría una población en donde la alimentación, el vestido y la educación estén a su alcance gracias al poder adquisitivo de sus salarios es prioritario, ya que su realización permitiría la eliminación de las presiones sociales que hoy afectan al país. ¿Cuál sería el futuro si el acceso a los sistemas de salud y de pensiones pudiera garantizarse mediante el empleo y que con ello se estuviera en posibilidad de alcanzar el goce de una vejez digna?

¿Por dónde iniciar? El ejercicio del liderazgo y de una visión que tenga al desarrollo del ser humano como una prioridad son dos de las primeras tareas a realizar. En el primer caso, porque los cambios deben ser impulsados por gente altamente comprometida con México, dispuesta a plantear e implementar estrategias innovadoras que solucionen los rezagos estructurales a fin de favorecer el bienestar de la población.

El ejercicio del liderazgo reclama romper paradigmas y potenciar negociaciones incluyentes, a fin de buscar generar la mayor sinergia posible en pro de dotar a México de un mejor futuro. ¿Por qué colocar al ser humano como eje de un modelo económico-social? y que, como consecuencia, se tenga al aumento en los salarios reales como el foco del concepto de una nueva visión de responsabilidad social. Básicamente, porque el objetivo central de cualquier sociedad debe ser el de garantizar que todas las personas puedan allegarse los elementos imprescindibles para su vida diaria mediante el trabajo.

Instrumentar una política económica tendiente a mejorar las percepciones reales de los trabajadores debe ser la consecuencia inmediata. Pretender seguir utilizando a los salarios como una variable de control sobre la inflación, a lo único a lo que conduce es a debilitar el mercado interno, elemento último que representa la fuente de vida y viabilidad de la mayor proporción de las empresas nacionales y de la cuales, solamente una parte minúscula toma la opción exportadora para sobrevivir.

Aumentar salarios favorece el consumo de la población. Dado que una parte considerable de la misma destina amplios recursos al consumo, los incrementos en sus ingresos monetarios se destinarían a la demanda de alimentos, para posteriormente favorecer la compra de otro tipo de bienes.

Invertir en infraestructura, desarrollar tecnología y llevar sus aplicaciones al aparato productivo; lograr altos niveles educativos y de capacitación; así como tener un sistema fiscal que fomente la creación y sostenibilidad de las empresas, son algunos de los aspectos adicionales que deben impulsarse para que la actividad productiva pueda corresponder a un crecimiento económico que no genere presiones inflacionarias.

El liderazgo en este aspecto debe corresponder tanto al sector público como al privado. La mejora en el ejercicio del gasto, una correcta planificación, y la evaluación de los resultados alcanzados por los programas de gobierno son decisivas para alcanzar dichos resultados. El desarrollo de esquemas tributarios adecuados puede generar los incentivos necesarios para favorecer la inversión y el desarrollo tecnológico. Lo anterior es vital ante la escasa capacidad que actualmente exhibe el sector público para incrementar y hacer más eficiente el gasto que destina a ciencia y tecnología. Buscar aplicar impuestos sobre la renta que no castiguen el flujo financiero de las empresas y, por el contrario, les permitan tanto acrecentar y mejorar su infraestructura como aplicar ambiciosos programas de capacitación para sus empleados, debe de ser un esquema en el cual se trabaje decididamente.

  • 60 MILLONES de mexicanos se encuentran en una situación de marginación por el bajo ingreso económico que reciben.
  • 52.5% del gasto de los hogares se destina a alimento, bebida, vestido, transporte público, energía eléctrica y combustibles.
  • 50% DE LOS HOGARES en México realiza al menos 63% de su gasto total en los aspectos citados.

 

BAJOS SALARIOS QUE AUMENTAN 
LA POBREZA

En las últimas tres décadas la economía ha crecido menos de 2.5% en promedio anual. Dicho entorno de bajo crecimiento ha contribuido a la reducción del poder adquisitivo de los salarios, fundamentalmente porque la baja generación de riqueza restringe la capacidad de aumentar el bienestar de toda la población. Además, ello se ha combinado con una política económica que ha buscado contener la inflación y aumentar la competitividad internacional de las exportaciones, mediante una política laboral que privilegia bajos incrementos salariales y menores prestaciones para los trabajadores.

La inequidad en la distribución del ingreso no corresponde exclusivamente a un mal desempeño productivo. También ha sido propiciada por una política económica que no ha tenido el suficiente contenido social.

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