EL CRECIMIENTO ECONÓMICO DE LA 4T

POR ROY LAVCEVIC

Desde su campaña, y las anteriores, López Obrador prometió un crecimiento económico muy por encima al que tuvo el país en los últimos casi 40 años; sin vacilar ofreció un 4 por ciento o más, cifra atractiva ante el pobre 2.6 por ciento en promedio desde los años ochenta y hasta la fecha.

Su premisa para lograr esto se sustenta en el combate a la corrupción, la austeridad y el rompimiento del poder económico del político, o como se refería a este último como “la mafia del poder”. Sin duda su diagnóstico no dista de estar entre los factores de la problemática del crecimiento.

Los primeros datos de su gestión señalan un escaso crecimiento del 0.2 por ciento durante primer semestre del año, cifra que es “oro molido” para sus detractores políticos, preocupación para los ciudadanos, y quizás alivio para quienes pensaron que esta administración iniciaría con una debacle económica. No se justifica, pero recordemos que Vicente Fox inició sus primeros meses de gestión con una caída del -3 por ciento en la economía, mientras que Felipe Calderón atravesó una tempestad con una caída del -7.3 por ciento a mitad de su gestión, el peor desempeño desde la crisis del 95.

Hay que recordar que hoy vivimos en un sistema económico que trasciende fronteras, que nos ha llevado a una codependencia de lo que suceda en otros países, limitando nuestra capacidad de acción o respuesta ante fenómenos externos que inciden en nuestra economía. Ningún partido o candidato alterno hubiese estado exento o inmune ante la actual coyuntura; la insania del presidente del país más poderoso, del cual tenemos una dependencia económica muy marcada, o del conflicto comercial de este último con China, que se perfila para sustituirlo como potencia económica. Mientras que, al otro lado del Atlántico, el país más poderoso de la Unión Europea, Alemania, ya se declara oficialmente en recesión. La economía es cíclica y ya se preveía la terminación de un ciclo que viene desde la última crisis de 2009.

Mientras que, por el lado interno, y embanderado en su “austeridad republicana” que a veces raya en lo absurdo, o quizás la denostamos por la opulencia y servilismo que acostumbrábamos a ver en gobiernos anteriores, presenciamos un fuerte recorte en el gasto público que a la vez obedece a una disciplina fiscal responsable no vista en los últimos sexenios.

El excesivo gasto corriente de administraciones pasadas se ha traducido en que la deuda pública representa el 47 por ciento del Producto Interno Bruto al cierre del 2018, cuando en 2006 era 22 por ciento. El presidente prometió no más deuda, y en los hechos lo ha cumplido, acción que es de aplaudirse por la firmeza con la que la ha llevado, desacreditando así aquellas voces que predican caos y el desastre de la hacienda pública al asociar a esta administración de populista e irresponsable. Sin duda esta acción representa un costo para el crecimiento, el cual está asumiendo el gobierno, pero también la debemos asumir todos como país por las irresponsabilidades del pasado, no solo de los gobernantes, sino de los gobernados por su pasividad o permisividad.

Finalmente, el combate frontal a la corrupción, evasión fiscal, privilegios económicos, tráfico de influencias, entre otros, está sentando precedentes de una viraje de timón no antes visto, que en el corto plazo tendrá daños colaterales y detractores que no escatimarán esfuerzo alguno para defender sus privilegios mientras desacreditan a la administración.

Quizás el presidente pecó de ingenuo o falto de noción en el tema económico al pensar que en un par de meses suprimiría problemas estructurales que nos han mantenido por décadas en el bajo crecimiento, pero en estos meses ha dado una pauta de hacer mucho más de lo que se hizo en los últimos lustros. Aún queda bastante por hacer, mejorar o rectificar, y así como hay errores en esta administración también hay aciertos, al final debemos reconocer y ver que esos aciertos superen los desaciertos, y sin duda el resultado neto será para bien, pero sobre todo que represente un cambio de fondo.

Han transcurrido 10 meses desde que inició esta administración, un 14 por ciento de su periodo. Le resta 86 por ciento o 62 meses, aún es demasiado pronto para sentenciar, esto apenas comienza.

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