Baja productividad; consecuencia de las malas políticas

Análisis ANEI

Por Roy Lavcevic

Es irrefutable que la productividad es un factor de crecimiento económico, pero la relación entre una y otra no necesariamente tiene un enfoque correcto entre muchos diagnósticos o posturas sobre la causa de por qué no crece el país; simplemente afirman que el pobre desempeño económico es por falta de productividad.

La productividad es una medida de la cantidad producida por cada unidad de factor de producción empleado – “Productividad Total de los Factores” (TFP[1]) –, que son trabajo, capital y el cambio tecnológico.

No existe ningún estudio o soporte científico que sugiera que el trabajador de N país es más “incapaz” que un trabajador de X país; por tal un trabajador en México tiene la misma capacidad productiva per se que su similar de China, por lo cual el capital (maquinaria y equipo) y cambio tecnológico, son determinante para aumentar la productividad por trabajador (el mismo trabajador con una máquina nueva y moderna producirá más) y a la vez la nueva tecnología puede ser incorporada por medio de esta nueva maquinaria y equipo. Dado que no existe escasez de trabajadores, podemos afirmar que para aumentar la productividad es necesario incrementar el capital en igual o mayor proporción en que incrementa el trabajo, caso contrario la productividad por trabajador disminuirá (un mayor número de trabajadores sin incrementar el capital, reduce la productividad laboral, lo que se conoce como rendimientos marginales decrecientes).

El capital simplemente es inversión y ésta tiene una relación directa en el crecimiento económico. En la década los 60´s y 70´s la tasa promedio de crecimiento de la inversión en México fue de 8.8% y a partir de los 1980 cae a 1.4% en promedio para las siguientes tres décadas. Como consecuencia el crecimiento económico ha sido igualmente desastroso; de alcanzar una tasa promedio de 6.7% entre 1960 y 1980, a una de 2.3% para los siguientes treinta años.

La inversión responde a incentivos (rentabilidad) y mientras las políticas públicas no estén enfocadas en ello, éstas no sucederán. En la década de los 80’s el cambio en la política económica trajo una apertura comercial indiscriminada, dañando cadenas productivas nacionales, incentivando el uso de mano de obra barata para la maquila con poco valor agregado, manteniendo altos costos internos de insumos clave (electricidad, telecomunicaciones, infraestructura, etc.) y una política monetaria que ha generado una apreciación del tipo de cambio en términos reales. Bajo este escenario invertir se torna poco atractivito (rentable) en sectores como el manufacturero -salvo excepciones- el cual es intenso en el uso de capital y pudiera aportar de forma significativa al incremento de productividad, lo que se ha traducido en una “desindustrialización” del sector productivo.

Ante la necesidad de absorber la demanda de nuevos empleos, los sectores no comerciables (aquellos que por su naturaleza no se pueden importar, principalmente servicios, por ejemplo un corte de pelo, una cena en un restaurante o una cuenta bancaria) han sido el paliativo, y considerando que en muchos casos no son intensivos en el uso de capital, por ende su inversión es mínima y el crecimiento de su productividad es limitado.

En 1950 el sector manufacturero empleaba al 12% de los trabajadores y el sector de servicios 14%. Para el 2012 la manufactura empleaba alrededor del 16% mientras que los servicios el 40%. Entre la década de los 70’s y 80’s la manufactura llegó a emplear el 20% del empleo. Este crecimiento en el sector de servicios ha representado en parte una migración del sector agrícola que en 1950 absorbía el 59% del empleo y en 2012 tan solo representa 14%.

Desde el punto de vista de productividad, el sector manufacturero se ha duplicado mientras que el de servicios ha disminuido un 20% en relación con 1950, esto es que cada trabajador en el sector manufacturero produce un valor agregado del doble en relación a dicha década y el sector servicio una quinta parte menos de lo que producía en 1950.

La falta de productividad no se puede atribuir a la deficiencia de los recursos humanos (el número de años de educación en México ha subido en las últimas décadas) sino a la falta de capacidad en desarrollar y potenciar aquellos sectores con crecimiento en la productividad, para lo cual se requiere estimular la inversión (rentabilidad).

De acuerdo con Jaime Ros[2], en su libro “Algunas tesis equivocadas sobre el estancamiento económico de México”, la falta de productividad es uno de los principales argumentos para explicar el bajo crecimiento, sin embargo quienes afirman esto lo hacen sin justificar la causa de la baja productividad, sin embargo la productividad es una medida endógena producto de la acumulación de capital y la expansión del producto como consecuencia del progreso técnico incorporado, rendimientos crecientes a escala, reasignación de la fuerza de trabajo entre sectores o el efecto negativo de sectores que no presentan rendimientos crecientes; es decir la falta de productividad no es la causa del bajo crecimiento sino una consecuencia del mismo, donde los sectores con capacidad de generar rendimientos crecientes a escala (ej.: sector industrial) no pueden hacerlo ante la falta de crecimiento económico y la creciente fuerza de trabajo es absorbida por otros sectores de baja productividad (ej: sector servicios) generando una baja de la productividad total por trabajador acompañada de una caída en la tasa de acumulación de capital (inversión) que limita la absorción de nuevas tecnologías.

 La disminución de la inversión en capital a partir de los 80’s ocasionó una caída en la producción y en el empleo en sectores de alta productividad, como las manufacturas; el afectar a estos sectores de alta productividad impactó negativamente en el crecimiento económico. La falta de inversión es la causa del bajo crecimiento y por consecuencia la caída en la productividad es el resultado, no la causa.

Recientemente el ejecutivo presento una iniciativa de Ley para impulsar el incremento sostenido de la productividad y competitividad de la economía nacional. Lamentablemente la productividad no se puede incrementar por medio de una ley, mientras no se entienda el problema de fondo y la causa raíz.

La lección de los países asiáticos es clara; sus gobiernos dieron un gran empujón al proceso de acumulación de capital estimulando al inversionista privado y las tasas de ahorro suben a medida que se abren oportunidades rentables de inversión[3]



[1] Por sus siglas en inglés; Total Factor Productivity.

[2] Investigador en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM.

[3] The New Global Economy and Developing Countries: Making Openness Work. Rodrik, Dani. Overseas Development Council, Washington, D.C. 1999

 

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