Impuestos (¡y cervezas!)

Estos eran diez amigos para los que la fortuna y el trabajo de cada quien les habían deparado una vida muy distinta en lo material. Sin embargo, tenían un gran gusto en común: sentarse cada día en el bar de la colonia a compartir entre ellos tomando cada quien una cerveza.

Desde tiempos inmemoriales, seguramente a propuesta del economista del grupo, habían decidido dividir el total de la cuenta de la misma forma en la que se distribuye el pago de impuestos en la sociedad. Por tanto, los 100 pesos de la cuenta diaria se repartían de la siguiente manera:
Los cuatro primeros amigos (los más pobres) no pagaban nada; el quinto pagaba $1; el sexto pagaba $3; el séptimo pagaba $7; el octavo pagaba $12; el noveno pagaba $18 y el décimo amigo (el más rico) pagaba $59.

Los diez amigos se reunían a diario. Arreglaban el mundo sólo para descomponerlo de nuevo al día siguiente. Nadie le daba mucha importancia a la distribución de la cuenta entre ellos. Llegó el día, sin embargo, en que todo mundo en el bar empezó a hablar de "competitividad" y de "reformas estructurales". Del cantinero al garrotero a los otros parroquianos, todos cayeron en cuenta de que la única forma de mantener el negocio en marcha y enfrentar la competencia de otros bares era haciendo ajustes a las costumbres de antaño.

Como parte de los cambios, el dueño del negocio les dio a los diez amigos lo que parecía una buena noticia: "Deseo mantener su lealtad e incorporar a más clientes al bar (aumentar la base de contribuyentes), por lo que a partir de hoy su cuenta diaria se reduce en $20". Un contador público entre los presentes sugirió que para mantener el balance se siguiera dividiendo la cuenta como hasta ahora.
Los cuatro amigos más pobres quedarían tal cual. Seguirían bebiendo de a gratis. ¿Pero cómo se dividiría la ganancia (los excedentes petroleros, la reducción de tasas, la depreciación acelerada para fomentar la inversión) entre los seis que sí pagaban para que a cada cual le tocara "lo justo"? $20 entre 6 da un total de $3.33 por cabeza. Pero al restar dicha cantidad del pago de cada quien resultaba que tanto el quinto como el sexto amigo recibirían un ingreso por beber su cerveza, lo que hasta para un abogado resultaría extraño.

El dueño del bar, un hombre prudente, sugirió que lo justo sería reducir la cuenta de cada quien (la carga fiscal) en una cantidad similar. Así, ahora el quinto amigo, al igual que los cuatro primeros, no pagaría nada; el sexto pagaría $2 en vez de $3 (un ahorro de 33%); el séptimo pagaría $5 en vez de $7 (28% menos); el octavo pagaría $9 en lugar de $12 (25% menos); el noveno pagaría $15 en lugar de $18 (22% menos) y el décimo amigo pagaría $49 en vez de $59 (un ahorro de 16%). Los primeros cuatro estaban igual de bien que antes (para estos propósitos) y los otros seis amigos habían recibido un beneficio.

Sin embargo, una vez en la calle los amigos empezaron a comparar el resultado. "Yo sólo recibí un peso de los $20", dijo el sexto, "mientras que él —apuntando al décimo— recibió $10". "Sí, es cierto", dijo el quinto amigo. "Yo también me beneficié sólo con un peso y no es justo que él haya recibido 10 veces más que yo. ¡Los ricos reciben todos los beneficios!". "Hey! ¡Momento!" gritaron al unísono los cuatro primeros amigos. "Nosotros no recibimos nada. El sistema siempre explota a los más pobres". Ante evidencia tan contundente, los nueve amigos rodearon al décimo y le dieron una golpiza aún más contundente, enojados por la injusta distribución de los beneficios de los cambios.

Al día siguiente, el décimo amigo estaba tan golpeado que no pudo ir al bar a tomar su cerveza. Los otros bebieron sin él pero a la hora de la hora descubrieron que entre todos no les alcanzaba para pagar ni siquiera la mitad de la cuenta".
Esta pequeña historia del profesor David Kamerschen ilustra cómo funciona buena parte de cualquier sistema fiscal. Ahora que Hacienda y los diputados hacen su chamba, vale reiterar que, por definición, el beneficio de mayores recursos públicos producto de una reforma hacendaria debe ir a los mexicanos más pobres; de la misma forma, en la medida en la que más mexicanos se sumen a la base de contribuyentes y se termine con el trato de excepción para estos y aquellos, el beneficio de menores cargas fiscales irá a quienes de entrada ya pagan más. De no hacerlo, los nueve amigos dejarán de tomar su cerveza como hasta ahora, mientras que el décimo tomará su Tecate o Corona en cualquier otro país del mundo.

Julio, 2007.