El nuevo impuesto castiga el empleo

(Fuente: El Norte, junio 20, 2007)

Enrique Quintana

El nuevo Impuesto de Tasa Única (ITU), que será propuesto como parte de la reforma fiscal, le pega al empleo.

Vea usted cómo. Algunos lectores que se quedaron con dudas de lo que publicamos ayer nos pidieron explicar de manera más detallada cómo operaría, pues es el corazón de toda la reforma.

Cuando las empresas calculan actualmente su Impuesto Sobre la Renta (ISR) utilizan como base de cálculo lo que se denomina utilidad fiscal o ingreso neto.

Hay muchas complejidades para cada caso, pero en términos generales, el procedimiento es deducir a los ingresos que las empresas obtienen tanto el costo de lo que venden como sus gastos de operación y los de carácter financiero.

Supongamos, para hacer muy simple el caso, que una empresa vende el equivalente a un mil pesos.

Consideremos que gasta 200 pesos en insumos diversos; requiere otros 100 para depreciación; paga 300 de nómina a sus empleados; gasta 100 en servicios diversos y paga 100 pesos de intereses.

El resultado es que su utilidad es de 200 pesos. Actualmente, calcula su ISR aplicando una tasa de 28 por ciento, lo que es equivalente a 56 pesos.

Con el mismo ejemplo y simplificando los cálculos, de aplicarse el ITU, ahora calcularía su base restando a los mil pesos los 200 de insumos y los 100 de depreciación. Es decir, su nueva base de cálculo sería de 700 pesos.

A esta cantidad se le aplicaría la tasa de 16 por ciento. El resultado es un ITU de 112 pesos.

De acuerdo con la mecánica descrita en las iniciativas de ley, la empresa pagaría su ISR de 56 pesos y además calcularía y pagaría la diferencia con el ITU determinado, que es en nuestro ejemplo de 56 pesos lo que suma los 112 pesos que señalamos, el doble de lo que pagaba antes.

¿Qué pasaría con una empresa que vende lo mismo que la de este ejemplo, pero que tiene una nómina de 400 pesos; 150 pesos en insumos y 50 pesos en depreciación, con los demás datos iguales?

La base para el cálculo de ISR sería la misma, 200 pesos, y con el esquema actual pagaría los mismos 56 pesos.

Pero, si con esa estructura de costos se aplica el ITU resultaría que la base de aplicación sería de 800 pesos, al reducirse los montos de insumos y depreciación. El total del impuesto pagado sería de 128 pesos, 14 por ciento más que en el otro caso.

El ejemplo sirve simplemente como ilustración del impacto diferenciado que tendría el ITU, afectando en mayor grado a las empresas cuyo costo de nómina significa un porcentaje más elevado de sus costos totales.

Aceptando, sin conceder, que el impuesto tendría el beneficio de limitar la evasión fiscal, tiene un sesgo antiempleo que castigará a giros altamente generadores de puestos de trabajo y afectará en menor grado a sectores de la economía que son intensivos en capital.

Me pregunto si no existían otras vías para reducir la evasión y la elusión que se presentan entre las grandes corporaciones, pues en ésta pudiera resultar más caro el caldo que las albóndigas, es decir, que en aras de reducir la elusión, se castigarían las posibilidades de generar nuevas fuentes de trabajo.

Hay otro argumento que dice que este impuesto tendrá un efecto positivo en la distribución del ingreso, pues afectará principalmente a las grandes empresas que no pagan sus impuestos.

En este razonamiento hay una omisión fundamental. Aunque en México persiste -quizá más que en otras economías- el esquema de propiedad familiar de las empresas, éstas no son personas físicas.

En una estructura económica en la que hay amplios sectores que tienen oligopolios, un comportamiento probable de las firmas afectadas es un incremento de sus márgenes.

Si la empresa tiene el poder de mercado suficiente para compensar un incremento de sus costos con un aumento del precio final de su producto o servicio, lo más probable es que se dé esa compensación.

Si tuviéramos un sistema económico en el que la competencia libre fuera el rasgo dominante, entonces probablemente la mayoría de las empresas tendría que "tragarse" la reducción de su margen de utilidad. Pero en muchos sectores de nuestra economía no sucederá así y probablemente tengamos una repercusión -por lo menos en el corto plazo- de los mayores costos fiscales en los precios finales.

Como era muy difícil que se aceptara una mayor carga fiscal sin una medida contra la economía informal, se propuso el impuesto de 2 por ciento a los depósitos en efectivo.

Sin embargo, la mayor parte de los informales evadirá también este impuesto -como lo hace con otros- dejando de hacer depósitos en efectivo en cuentas bancarias, en caso de que los haga hoy.

La salida será retener el efectivo y fortalecer los circuitos informales que se manejan sin instrumentos bancarios.

Hay más temas. Seguiremos con estos asuntos fiscales.

 
enrique.quintana@reforma.com