El discurso económico que nos gustaría escuchar

Por Desiderio Morales, Francisco Blanco – Indigonomics

 

Los ciudadanos manifestaron con su voto del 4 de julio un deseo de cambio y por ahora el beneficiado fue el PRI, un partido que parece pavimentar su camino hacia la presidencia de la República en 2012.

De mucha política se habló en los últimos meses y de mucha política se hablará en el camino a la renovación de mandos en Los Pinos.

Sin embargo, al lado de las demandas por abatir la inseguridad hay una reflexión que invadió al elector al acudir a las urnas; ¿Dónde están los avances económicos?

En los próximos meses, los medios y las redes sociales serán inundados por un mar de ofertas encaminadas a ofrecer crecimiento económico. Abundarán las promesas como pocas veces lo hemos visto.

Pero hoy más que nunca a los buenos deseos no se los debe llevar el viento.

Y es por eso que hoy Indigonomics hace una propuesta y presenta el discurso económico que nos gustaría escuchar de parte de los políticos que aspiren a un puesto político en el 2012:

Mexicanos y mexicanas:

Hoy más que nunca es urgente rescatar al país no sólo del marasmo de la inseguridad, de la fuerzas oscuras del narcotráfico, sino también del nido de intereses que tienen trabada la llave del bienestar.

Hoy más que nunca es inaplazable la mejora en el terreno económico, que al detonar el empleo no sólo restará impulso al poder del narcotráfico sino se dará un paso importante en la de elevar el nivel de vida.

Es cierto que el país fue sacudido por una crisis internacional en el 2008.

Pero también es verdad que naciones como Brasil y Perú en la región de América Latina, o China, la India o los Tigres Asiáticos remontaron esta crisis mientras que en México asoman las sombras del estancamiento.

Es cierto que en los últimos dos sexenios se ha avanzado en la estabilidad económica, de precios y cambiaria y que México es destino de capitales procedentes del resto del mundo, principalmente de Estados Unidos.

Pero también es verdad que la mayoría de los capitales que llegan son especulativos y no de inversión productiva y representan un riesgo para el país.

Es cierto que en los dos últimos sexenios el país ha avanzado en la meta de la estabilidad cambiaria y que incluso el dólar se ha abaratado.

Pero también es verdad que las autoridades del Banco de México están contaminadas de un fundamentalismo económico que concibe la estabilidad cambiaria como un fin en sí mismo, y no como un medio para promover el desarrollo.

Sin contar con que un dólar barato en demasía es un obstáculo para las exportaciones y por ende para el crecimiento y el empleo.

Es cierto que México ha avanzado en la alternancia, pero también es verdad que esta transición democrática ha fracasado en dar prosperidad.

La historia nos enseña que la prosperidad económica precede en la mayoría de las veces al avance político.

Ahora, como nunca, hay que lanzar un combate frontal contra la pobreza. Es imperioso lanzar una gran cruzada por la educación, a fin de que nuestros niños y jóvenes aprendan a pensar y se sumerjan en la revolución tecnológica del Internet.

En el México de nuestros días el destino de la educación se juega en la ruleta de la política, porque la enseñanza está secuestrada por un sindicato y por los gobiernos y las fuerzas políticas que lo permiten.

Ahora, como nunca, México debe dar luz a las grandes reformas económicas que han sido frustradas por la falta de liderazgo, por el interés mediato de todos los partidos sin excepción.

México ya no puede esperar más.

Llegó la hora de concretar la reforma energética que detone la productividad en Pemex, que abra las puertas a la inversión extranjera para contar con recursos para la innovación y la exploración en aguas profundas.

Llegó la hora de la reforma fiscal, que rasure la evasión y elusión, que amplíe la base tributaria, y ponga fin a la injusticia de que sobre las espaldas de unos cuantos se arrastre el peso de la recaudación.

Llegó la hora de que vea la luz la otra gran reforma fiscal pendiente, la del gasto público, donde impera la opacidad, el exceso y la corrupción.

Llegó la hora de terminar con el lastre de que en épocas de auge petrolero como la actual, los ingresos de hidrocarburos se consuman en el gasto corriente de la burocracia dorada, en vez de fomentar el crecimiento económico, como se ha hecho en Brasil.

Pero -sobretodo- llegó la hora de declarar la guerra a los poderes corporativos que asolan al país.

De los poderes fácticos de empresas, sindicatos o partidos que erosionan la sana convivencia, enturbian la política y lastiman el potencial productivo y el desarrollo nacional.

Llegó la hora de terminar con la inmoralidad de que el consumidor tenga que pagar precios altos por los bienes y servicios que adquiere para alimentar una casta de empresas privilegiadas, que hacen del poder desmedido emanado de las altas esferas de la política su principal fuerza.

Compañías que tienen nombre y apellido. Negocios de telecomunicaciones como Telmex y Telcel, que procrean fortunas de primer mundo en un país de tercer mundo.

De empresas como Televisa y TV Azteca, que inhiben el desarrollo de un sector, que sofocan la presencia urgente de más jugadores que mejoren contenidos y precios.

O de sindicatos como el de maestros o de Pemex que secuestran bienes preciados para la nación como la educación o el petróleo.

Llegó la hora, en suma, de tocar las campanas del desarrollo nacional y proclamar la independencia económica de un México para los mexicanos.

De liberarse de los yugos ideológicos, corporativos, políticos, educativos, que tienen postrado al país.

De entronizar la voz del hombre de la calle, del padre de familia, del consumidor, del ciudadano.

De templar el poder político a partir del poder civil y no al revés de someter el ámbito de lo público al interés viciado, a las fuerzas oscuras, que son un pesado fardo para el desarrollo de la nación.

LOS TEMAS OLVIDADOS…

¿Cuáles son los conceptos de trascendencia que se deben incluir en el discurso económico en los días por venir y hacerse realidad a fin de conjurar las sombras que acechan al país?

1. RETOMAR EL CRECIMIENTO

El país ha perdido la senda del crecimiento, situación que se reflejó como un voto de castigo en los comicios celebrados el domingo pasado en el Estado de México, Nayarit, Tamaulipas e Hidalgo.

En los primeros cuatro años de la actual administración de Felipe Calderón, el Producto Interno Bruto ha crecido a un ritmo promedio anual de 0.5 por ciento.

El dinamismo económico fue impactado por el tropezón de 2009, cuando la economía se desplomó 6.5 por ciento, como consecuencia de la crisis que estalló en los Estados Unidos el año previo.

No obstante, otros países que resintieron igualmente el impacto lograron crecer incluso en el 2009 y mantener el impulso en el 2010, mientras México absorbió enteramente la colisión y resultó más dañado en su actividad productiva.

De 2006 a 2010, Brasil creció 4.1 por ciento como promedio anual, apuntalado por las políticas de Lula.

En el mismo lapso Argentina tuvo un repunte anual promedio de 4.9 por ciento, Chile de 2.8 por ciento, Perú de 6.4 por ciento y hasta la Venezuela de Hugo Chávez tuvo un alza de 1.6 por ciento, PIB mayor a la de México

Los resultados en crecimiento económico para México se demeritan más contrastados con países como China donde el ritmo de aumento del PIB se ha acercado al 3 por ciento, o la India un país emergente que ha descollado a nivel internacional en parte gracias a una revolución educativa y agresivas políticas promotoras del mercado.

El desempeño económico de la actual administración de Felipe Calderón ha sido peor al de los tres sexenios anteriores, de Fox, su antecesor panista; Ernesto Zedillo y Carlos Salinas de Gortari.

Mientras en la era calderonista el dinamismo económico anual fue cercano al estancamiento, en el tiempo de su predecesor Fox la economía mexicana creció en promedio 2.1 por ciento.

Con Zedillo, que gobernó el país de 1995 al 2000, el país mostró un repunte promedio de 3.4 por ciento.

En el mandato anterior, de Carlos Salinas, de 1989 a 1994, el país creció a un promedio anual de 4.1 por ciento.

En los seis años anteriores, de 1982 a 1987, donde el mandamás en Los Pinos fue Miguel de la Madrid quien heredó una severa crisis de su antecesor José López Portillo, México creció sólo a un promedio anual de 0.3 por ciento.

El legado es peor si se contrasta el débil impulso económico con el crecimiento de la población para apreciar lo que ha sucedido con los niveles de vida.

2. IMPULSAR EL NIVEL DE VIDA

El nivel de vida de los mexicanos se encuentra estancado, lo que pesó también en el ánimo de los electores en los comicios de días pasados.

Desde cualquier ángulo que se le vea, ya sea el producto por habitante el poder de compra del salario mínimo o el sueldo promedio del IMSS la realidad cotidiana de los mexicanos es que con lo que ganan o ingresan alcanza para lo mismo o menos.

En los primeros cuatro años de la administración de Felipe Calderón, de 2007 a 2010, el producto por habitante a partir de cálculos realizados por INDIGONOMICOS en base a información del FMI y del INEGI, prácticamente se mantuvo en el mismo nivel que inició: creció en promedio anual una pizca: 0.1 por ciento.

En el mismo período de cuatro años, el salario mínimo real, un indicador de la tendencia de las remuneraciones que refleja el comportamiento del incremento de estos sueldos pasado por la báscula de los precios, creció también marginalmente.

Aumentó apenas a un ritmo promedio anual de 0.6 por ciento, un punto destacado por el Secretario de Hacienda Ernesto Cordero, respecto al cual hay poco que festejar.

Y es que el alza promedio anual del poder de compra del salario mínimo, imperceptible, es apenas una décima de punto mayor a la registrada durante el sexenio de Vicente Fox, cuando alcanzó 0.6 por ciento.

Ganancia nada relevante si se toma en cuenta que en el mandato de Ernesto Zedillo y de Carlos Salinas de Gortari el poder de compra del salario mínimo se desplomó respectivamente 4.2 por ciento y 3.5 por ciento, y que en la era de Miguel de la Madrid tuvo una baja de 8.2 por ciento.

El comportamiento del producto por habitante es decir el contraste entre el crecimiento económico y el de la población muestra también signos de estancamiento en el nivel de vida.

En la era de Fox los datos revelan un pobre crecimiento de este indicador, de apenas 1 por ciento promedio anual, frente a un alza de 1.9 por ciento en el mandato de Zedillo y 2.1 por ciento con Carlos Salinas de Gortari.

El desempeño de esta medida del nivel de vida en los primeros cuatro años del sexenio de Felipe Calderón es el peor desde los tiempos de Miguel de la Madrid, quien gobernó México de 1983 a 1988, cuando cayó 1.8 por ciento como promedio anual, consecuencia de la crisis que le heredó López Portillo.

Para detonar el nivel de vida son necesarias políticas como las seguidas en China y Brasil.

La única vía es detonar las reformas.

 
3. FOMENTAR EL EMPLEO

Ninguna nación que se precie de promover el bienestar entre sus ciudadanos puede lograr esta metas sin fomentar el empleo.

El trabajo digno y bien remunerado es el camino para elevar el nivel de vida de los habitantes, y ha sido uno de los frentes donde las políticas económicas de las últimas décadas han tenido resultados pobres.

Como muestra está el desempeño reciente del mercado laboral, del mercado laboral a partir de datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI y del IMSS, de septiembre de diciembre de 2005 a septiembre de 2010.

En ese lapso, que incluye cinco años, la población mexicana creció de 105 a 109 millones y la masa laboral es decir la población económicamente activa subió en unos 2.7 millones hasta 47 millones.

La fuerza laboral creció 1.6 por ciento en ese período.

En el mismo tiempo creció más el desempleo, la subocupación es decir personas que por fuerza se dedican a actividades donde ganan menos que la norma; y las ocupaciones informales, donde no se reciben prestaciones.

La masa de desocupados creció en esos cinco años en un millón de personas hasta unos 2.6 millones, un salto de 14.4 por ciento, nada bueno para un país como México con dificultades para generar acomodos suficientes y con remuneración digna para sus habitantes.

El universo de subocupados aumentó 6.4 por ciento hasta 3.8 millones de mexicanos, un ritmo cuatro veces superior al de la ocupación.

Y el ámbito de empleados informales saltó a cerca de 12.5 millones de personas, uno de cada cuatro personas que componen la fuerza laboral.

De modo que la crisis y la incapacidad para concretar políticas promotoras de crecimiento elevó el problema del empleo, convirtiéndose, de paso en uno de las razones del desánimo que produjo descalabros al PAN en las elecciones de este domingo pasado.

 
4. MEJORAR LA COMPETITIVIDAD

El nombre del juego para abrir las compuertas a la prosperidad, una regla de oro probada con creces en la historia del mundo, es la competitividad, renglón en el que México se encuentra rezagado.

Promover políticas para hacer más con menos o con lo mismo, es algo donde las generaciones de líderes de los últimas décadas, priístas y panistas, han mostrado reprobación.
Los datos del Foro Económico Mundial, que calcula estadísticas sobre competitividad, indican que México, como el cangrejo, ha ido para atrás en ese terreno, cayendo a niveles más bajos comparado con países de similar tamaño o naciones emergentes.

El rankinkg de 2010 coloca a México en el sitio número 66 en el renglón de la competitividad.

La nación mexicana, como consecuencia de erráticas políticas económicas, se encuentra en el terreno de la competitividad, a años luz de los Estados Unidos, ocupado en el cuarto sitio.

El retraso es ostensible frente a las potencia asiáticas que han venido desde atrás impulsando agresivas reformas promotoras del mercado e inversión, como Hong Kong que ocupa el sitial 11, Taiwán el 17 o China que en un par de décadas de experimento capitalista sepultando sus naves ideológicas marxistas se ha colado hasta el sitio 27.

La India, otro país milenario que recién ha iniciado al club de los países emergentes que sorprenden por su dinamismo y políticas proclives al crecimiento, ocupa el lugar 55, trece puntos mejor posicionado que nuestro país.

Frente a naciones hermanas de América Latina como Chile, en el lugar 30, Brasil el 58, o incluso Uruguay en el 73, la nación mexicana, que ha extraviado el rumbo productivo, se encuentra también a la zaga.

 
5. FOMENTAR LAS REFORMAS

Si el empleo es el medio para promover el bienestar, las reformas económicas son las recetas para promover el crecimiento que detona la prosperidad.

El fracaso en estas reformas explica gran parte del crecimiento endeble que ha estancado en México los niveles de vida.

Las promesas de la administración de Felipe Calderón, de llevar a cabo estas reformas se han estrellado en un muro de intereses políticos, e incapacidades de la propia gestión.

Un ejemplo: según datos de la OECD, encabezada por el mexicano José Angel Gurría, una tercera parte del gasto de las familias en México, se consume en productos elaborados por empresas monopólicos o con rasgos oligopólicos, con un predominio de varios jugadores en el mercado.

La propia OECD reporta que en estos productos que representan una tercera parte del gasto, los mexicanos pagan precios hasta 40 por ciento mayores a los de la norma competitiva.

El Congreso aprobó tardíamente una reforma a la Ley Federal de Competencia Económica, buscando dar dientes a los organismos reguladores para promover una atmósfera más competitiva en el medio industrial mexicano, plagado de compañías con poderes dominantes sobre los mercados, en particular las telecomunicaciones.

A la fecha, los resultados no han sido claros.

Ha sido el único caso.

La gestión calderonista ha fracasado en concretar las reformas que prometió.

Hará unos meses el presidente Calderón prometió una reforma para vender en la bolsa parte del capital de Pemex, y emitir los llamados bonos ciudadanos con respaldo de los ingresos de la paraestatal.

A la fecha, como la mayoría de las reformas, ha sido una promesa fallida.

La administración no logró que se aprobara una reforma laboral, tendiente a corregir las distorsiones en el mercado de trabajo mexicano, que convierten el empleo en un bien caro, cuenta con esquemas rígidos de contratación, que inhibe entre otras cosas, la contratación del empleo a jóvenes, un problema de grandes dimensiones.

Igual, no se logró impulsar una iniciativa de reforma fiscal, para modernizar un sistema impositivo plagado de elusión, evasión y con una base fiscal recargada en exceso en el empleo formal.

La reforma educativa, se ha estrellado con el poderoso sindicato de maestros, que inhibe las mejoras en la calidad de la enseñanza y la capacitación de los maestros, que se encuentra en estándares muy por debajo de los países con quienes compite México.

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